Normalmente el concepto «causas perdidas» se vincula a tirar la toalla, a rendirse, a aceptar lo peor como lo único bueno…
Pero cuando hablo de «causas perdidas» yo hablo de la utopía a la que se refiere Eduardo Galeano, aquello que nos impulsa a caminar, el combustible que nos mantiene la ilusión y la energía necesarias para alcanzar un mundo mejor.
Nuestras causas perdidas no son situaciones que no tiene sentido ser respaldadas, sino que son esas batallas que, contra todo pronóstico, se deben acometer con urgencia, porque siempre que haya alguien en disposición de defenderlas, existe la esperanza de que la situación mejore por muy desesperada que sea.
Y creo con fe ciega en ese tópico de que siempre que hay ESPERANZA hay VIDA. El respeto, la justicia, la igualdad, la dignidad, y la convivencia pacífica no son asignaturas que se enseñan, sino actitudes en la vida que se contagian desde nuestra propia mismidad. Por eso no debemos dejar de luchar hasta el último aliento por esas causas perdidas. En A Fortiori Editorial tenemos abierta la «Oficina de las causas perdidas» precisamente para proveernos de las poderosísimas armas que nos ayudarán a librar esta batalla: la palabra, la mirada poética y el sentido del humor.
Defender las causas perdidas, mirar con optimismo el presente y el futuro, me lleva a creer en la palabra como elemento sanador, como arma imbatible para mejorar el mundo a nuestro alrededor. Y ahí encuentran cobijo todos estos proyectos que hago míos en el instante de conocerlos. Nunca agradeceré suficiente a la vida por darme la oportunidad de cruzarme con personas como Lorena Fernández: un saco sin fondo de causas perdidas que merecen ser rescatadas. Y en esto estamos…
Jaio La Espía
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